viernes, 9 de agosto de 2019

Armstrong, 21 de julio de 1969, el primer hombre que caminó sobre la luna

Neil Armstrong, fotografiado el 21 de julio de 1969 por su compañero,  Buzz Aldrin, sobre la superficie lunar, / NASA 

Luis Negro Marco

Pocas horas después de que Neil Armstrong pisara la luna (eran casi las cuatro de la madrugada en España del día 21 de julio de 1969) tengo grabado el haber visto en televisión al corresponsal de TVE en Nueva York, Jesús Hermida, retransmitiendo la noticia. El periodista representaba ya para mí, entonces un niño de apenas seis años de edad, toda una atractiva modernidad, con su peculiar flequillo y particular manera de comunicar. Pero lo que verdaderamente me gustó de la histórica noticia de la llegada del hombre a la luna fue la canción con que el equipo de realización de aquel telediario acompañó las imágenes de los astronautas. Era la canción “Cuéntame” que el grupo madrileño Fórmula V había lanzado a comienzos de aquel verano, alcanzando un éxito estelar. Una feliz selección musical por cuanto el presentador del informativo que emitía desde los estudios de Prado del Rey en Madrid ( TVE era la única cadena de televisión existente entonces en España y con un solo canal de emisión) hacía un paralelismo entre la letra de la canción: “Cuéntame cómo te ha ido en tu viajar / Háblame de lo que has encontrado en tu largo caminar…” con el viaje de 768.800 kilómetros (ida y vuelta) que, de la Tierra a la luna, habían realizado los astronautas integrantes del Apolo 11: Michael Collins, Buzz Aldrin, y Neil Armstrong. Este último, el primer ser humano en manchar sus botas de anortosita, el polvo lunar que cubre la  práctica totalidad de la superficie de nuestro satélite, y que al igual que el hielo flota en el agua, flotó hace más de 3.800 millones de años sobre el inmenso océano de magma que en sus inicios fue la luna.

Porque la teoría actualmente más aceptada es que nuestro satélite, como en la canción del programa infantil “Un globo, dos globos, tres globos”, pudo haber sido “un globo que se escapó” de nuestro planeta, cuya formación, al igual que el de nuestro sistema solar tuvo lugar hace 4.500 millones de años. En sus orígenes la Tierra habría tenido un tamaño mucho mayor al actual, hasta que poco tiempo después de su nacimiento, otro planeta –quizás de un tamaño similar al de Marte- chocó contra él, desgajándose de la suya una gigantesca masa de magma que salió despedida a decenas de miles de kilómetros. Aquel magma de rocas incandescentes adquirió la misma esfericidad que la Tierra, y quedó orbitando en torno a ella. Y a pesar de ser un matrimonio bien avenido, –pues la luna es esencial para la existencia de vida en la Tierra, y causante de las mareas en los mares– nuestro satélite se aleja de nosotros unos 4 centímetros por año.

Entre las anécdotas de la primera misión que llevó al hombre a la luna, se encuentra la de que Buzz Aldrin (el segundo de los astronautas que dejó su huella en suelo lunar) fue la primera y única persona que, como fervoroso y convencido cristiano, celebró una ceremonia religiosa y comulgó en la luna. Así mismo, la misión Apolo 11 dio pábulo a delirantes teorías por parte de los lunáticos convencidos de la existencia de seres que habitaban en  la luna. Y todo, a raíz de una grabación en la que Armstrong, ya con los pies en la luna, exclama asustado: “¡Oh no, Dios mío, ya están aquí otra vez!”. Pero no se refería al avistamiento de presuntos selenitas sino a algo mucho más humano: a los gases intestinales que desde hacía algunas horas le mortificaban, y a punto estuvieron de provocarle la primera diarrea del hombre en la luna. De manera que esas palabras iban dirigidas al médico de la misión en Houston, quien indicó a Armstrong las pastillas adecuadas que debía tomar, evitando así  que entrara, por segunda vez, en el Libro Guinness de los Records.

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