martes, 18 de junio de 2019

Revista de Historia Contemporánea "Aportes". Reseña del libro "La cámara en el macuto"

Encabezado de página
Fotografías de requetés en la guerra civil
(Reseña publicada en la Revista de Historia Contemporánea APORTES, en su número 99; año 2019)

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Pablo Larraz Andía y Víctor Sierra-Sesúmaga
La cámara en el macuto
La Esfera de los Libros / Fundación Larramendi; 524 pp.
Madrid, 2018
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El acrecentamiento  de la campaña antirreligiosa de la República fue un factor decisivo para que el Carlismo decidiera su participación en el golpe de estado –dado en Marruecos el 17 de julio de 1936– al lado del ejército, contra el radicalizado gobierno del Frente Popular. Previamente, y siguiendo consignas del rey don Alfonso Carlos de Borbón y Austria Este, el Príncipe Don Javier de Borbón había tenido una destacada actuación en la preparación del levantamiento, planificado desde Pamplona por Mola en conversación directa con el general Sanjurjo, exiliado en Portugal.

La Guerra Civil española habría de ser la primera en que las imágenes y las grabaciones fílmicas desempeñaron un papel tan o más importante que las batallas y el armamento militar. Cada uno de los ejércitos combatientes se esforzó por hacer llegar su mensaje a la comunidad internacional, en busca del apoyo a su causa. Y si bien han llegado hasta nuestros días los nombres de Robert Capa, o el de su compañera Gerda Taro, el de otros fotógrafos que cubrieron la contienda han caído injustamente en el olvido.

Por ello “La cámara en el macuto”, de Pablo Larraz, y Víctor Serra, (con prólogo del célebre
APORTES Vol. 34, núm. 99 (2019)
Director: ALFONSO BULLÓN DE MENDOZA
hispanista estadounidense Stanley G. Payne y prefacio de Luis Hernando de Larramendi, presidente de la Fundación Ignacio Larramendi) viene a  hacer justicia a un grupo de aquellos jóvenes olvidados –combatientes y fotógrafos aficionados– carlistas que grabaron parte de aquella trágica historia en sus cámaras, constituyendo ahora su obra un imprescindible legado a través del cual podemos comprender mejor las costumbres, ideas, sentimiento religioso, así como el modo de ser, vivir y pensar de una gran parte  de la sociedad española de aquel entonces, plenamente identificada con el secular ideario carlista.  

A través de las impactantes y extraordinarias imágenes que se muestran en este lujoso libro nos adentramos en algunas de las más relevantes batallas y frentes de la guerra civil, tales como el de Somosierra y Navafría, el avance de los rebeldes hacia San Sebastián, la toma por las tropas sublevadas de Sigüenza, la batalla de Guadalajara, y también la disputada y helada batalla de Teruel, que propició el avance de las tropas de Franco hacia el Mediterráneo. No es sin embargo tan solo la vida en las trincheras  hacia donde dirigieron los objetivos de sus cámaras este grupo de jóvenes soldados y reporteros gráficos carlistas, sino también hacia los vecinos de las poblaciones a las que llegaban en su avance las tropas y tercios de voluntarios requetés, en cuyas filas estuvieron integrados alrededor de 80.000 jóvenes provenientes de toda España.

La primera de las agradables sorpresas de esta obra es que uno de los fotógrafos cuyas imágenes muestra –más de 900 fotografías, la mayoría de ellas hasta ahora inéditas– es una mujer: Lola Baleztena (Pamplona, 1895 – 1989) de quien bien podría decirse que fue la “Gerda Taro” del Carlismo durante la guerra civil. Autora de fotografías entrañables que, en sí mismas constituyen un relato apasionante de la sociedad española de aquellos tiempos. Ella, con su cámara, contribuyó al bienestar de los soldados carlistas combatientes y el de sus familias, al igual que las decenas de miles de mujeres carlistas que trabajaron como enfermeras en los hospitales, recogiendo ayuda humanitaria, o realizando labores de apoyo logístico en la retaguardia para los soldados requetés que combatían en las trincheras. Tras la guerra, Lola Baleztena fue la impulsora del “Museo de Recuerdos Carlistas”, embrión de futuros proyectos que culminaron en 2010 con la creación del Museo de Historia del Carlismo, ubicado en la localidad navarra de Estella. 

Y también navarro fue Nicolás Ardanaz –“Ceneque”–  (Pamplona, 1910 – 1982), formado primeramente como pintor bajo el magisterio del célebre pintor navarro Javier Ciga Etxandi, desde cuyo arte pasó al de la fotografía. Alistado en los tercios de requetés, realizó sus primeras fotografías de la guerra en el frente de Somosierra, en donde fue el primero de los voluntarios requetés en dejarse patillas a lo Zumalacárregui, tal y como muestran algunos de sus curiosos autorretratos. Su apodo, “Ceneque”, que significa pan o panecillo, data de aquel tiempo debido, al parecer, a los problemas que tenía en su dentadura y las consecuentes dificultades para comer los duros corruscos de pan que consistían el fundamento de la ración diaria de comida que recibían en el frente los soldados.

Otro de los fotógrafos cuyas históricas imágenes se muestran en este libro fue Sebastián Taberna (Pamplona, 1907 – 1986), conocido como “el otro Capa de la Guerra Civil”, en su calidad de autor de más de 5.000 imágenes realizadas con su cámara Leica durante los tres años de guerra. De entre sus instantáneas destacan los numerosos momentos de convivencia entre soldados y población en pequeñas localidades rurales castellanas. Y también –concebidos como reportajes– momentos del ejército dedicado a las emergencias y al socorro de la población civil en la localidad de Jadraque, lo que constituye un enfoque muy novedoso en el contexto bélico mundial de entonces.

Por otro lado la mirada de José González de Heredia, conocido como “El Cojo de Hermua” (Hermua, 1898 – 1990)  también tiene un lugar de honor en esta obra. Los autores del libro destacan de él que tuvo la virtud de recoger en sus imágenes, de primera mano, y con honestidad, la realidad de un frente y un voluntariado tan cargado de tópicos como, en ocasiones, de errores e imprecisiones. Dejó testimonio en sus rollos de película de los combates en la sierra de Espadán y en el gélido asedio a la ciudad de Teruel, clasificando meticulosamente, al final de la contienda, su magnífico y testimonial fondo fotográfico sobre la Guerra Civil.

Más escasas son las fotografías que nos han llegado de Julio Guelbenzu (Cascante –Navarra–, 1909), conocido cariñosamente por sus compañeros como “Julico el abogado” por haber estudiado Derecho en Zaragoza. Fue alférez del tercio de Montejurra y tomó parte en la toma de las ciudades de Elorrio y Durango, el 24 y el 28 de abril de 1937. En la segunda de estas ciudades realizó Guelbenzu algunas de sus más impactantes fotografías, las cuales constituyen a día de hoy, uno de los mejores documentos históricos de aquella acción militar.

El libro incluye también fotografías de Germán Raguán (Tolosa, 1916 – 1981), conocido como
Enfermeras en el Hospital Alfonso Carlos, de Pamplona.
“Germantxo”. Formó parte de la Compañía de Tolosa del Tercio de San Miguel, de la que dejó numerosas imágenes en su periplo por tierras guipuzcoanas. Realizó los cursillos de alférez provisional, siendo destinado a una bandera de la Legión, participando en el cerco a Madrid desde la Ciudad Universitaria, en donde fue herido el 1 de abril de 1937. Aunque fue autor de pocas fotografías todas destacan por su crudeza y realismo, como testimonian las tomadas en el frente de Guipúzcoa durante los primeros días de la guerra.

Asimismo el libro contiene instantáneas del tudelano Pascual Marín (1893 – 1959) quien trabajó como redactor gráfico en el periódico “La Crónica de Zaragoza”, siendo testigo –en julio de 1936– del fracaso de la sublevación militar en San Sebastián. Herido en el brazo derecho cerca de Durango, continuó su labor gráfica en la retaguardia, fotografiando desfiles, hospitales de guerra y la vida cotidiana en ciudades y pueblos de la España en guerra.

Y algo similar ocurre con José Galle (Valladolid, 1898 – Pamplona, 1983) quien, aunque realizó visitas puntuales a los frentes de Guipúzcoa, Vizcaya y Madrid, centró el grueso de su obra fotográfica como reportero de los acontecimientos en la retaguardia. A su muerte dejó un amplio legado fotográfico mediante el que se puede vislumbrar el devenir de la sociedad navarra a lo largo de medio siglo de historia.

Finalmente, el libro recoge también imágenes de Ceferino Yanguas (Fitero –Navarra–, 1889 – Vitoria, 1970) quien, a diferencia de los anteriores autores mencionados sí se habia dedicado profesionalmente a la fotografía antes de la guerra, habiendo colaborado como reportero gráfico para los periódicos “El Pensamiento Alavés” y “El Correo Español”. Destacan  de su obra las fotografías que realizó  de la llegada de la expedición alavesa al frente de Somosierra, y las que tomó en el frente de Guipúzcoa.

En el prólogo del libro, el insigne hispanista Stanley G. Payne (miembro en anteriores ediciones del Jurado del Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi) resalta que las fotografías de este magnífico volumen no fueron creaciones de la propaganda oficial, sino tomadas en el curso de las campañas por una serie de fotógrafos carlistas que, aun no siendo –la mayoría de ellos– profesionales, tenían una calidad fotográfica notable. Asimismo, el historiador estadounidense aporta una interesante reflexión en torno a las fotografías que realizó este grupo de
Rusos blancos, alistados en los requetés, durante la celebración de una misa
por el rito ortodoxo en las proximidades de Quinto de Ebro (Zaragoza)
soldados carlistas, en medio de condiciones de guerra durísimas y en absoluto fáciles para la realización de un trabajo fílmico que requiere de pericia, técnica y sensibilidad.  Un hecho, según él, que es muestra del “espíritu de entusiasmo y sacrificio de aquellos jóvenes, lo que es fruto de otra época, y no de la España del siglo XXI, tan pusilánime y conformista”.

Firma el prefacio del libro Luis Hernando de Larramendi, Presidente de la Fundación Ignacio Larramendi, quien constata que el solo hecho de que el conocido y prestigioso historiador hispanista Stanley G, Payne sea el autor del prólogo de la obra, fue una razón más que suficiente para que la Fundación que preside, apoyara la publicación. Más aun cuando recoge cerca de un millar de fotografías, también dibujos, que fueron realizados durante la Guerra Civil por un grupo de jóvenes carlistas de corazón y convicción. Jóvenes requetés que –apunta Luis Hernando de Larramendi– en sus jornadas de combate llevaban, a más de su impedimenta militar, sus cámaras fotográficas al hombro, y en el corazón el lema del devocionario del requeté: “Ante Dios nunca serás héroe anónimo”.

Luis Negro Marco


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