viernes, 31 de enero de 2020

El roscón de San Valero, una tradición consolidada en Zaragoza por iniciativa de "El Periódico de Aragón"

San Valero, rosconero, ventolero y chocolatero

Luis Negro Marco / Historiador y periodista

Zaragoza, de las lamineras ciudades de España, es la más famosa pues fue en tierra de su provincia, en el Reino de Aragón, donde los monjes cistercienses del Monasterio de Piedra, en un metate molieron, allá por el año 1534, los primeros granos de cacao que llegaron de las Américas, siendo ellos los que dieron la primera y mejor receta que del chocolate había de hacerse en Europa, endulzando su primigenio amargo sabor con vainilla y azúcar de remolacha.

El chocolate caliente, ya en taza, escudilla, jícara o mancerina (aunque siempre) es sobre todo en invierno, con el cierzo que fuerte pega, cuando más apetece, y aún más si acompañado viene con torta, mojicones o mejor aún, con un trozo de buen roscón. Ya nada más se dirá si además tan dulces y gustosos manjares –chocolate y roscón–  el 29 de enero, que es el del Patrón de la ciudad, en Zaragoza se comen.

Artículo publicado en EL PERIÓDICO DE
 ARAGÓN
en su edición del miércoles,
 29 de enero de 2020
Por eso dice un zaragozano refrán: “San Valero rosconero, y San Blas mucho más”, pues ya en el siglo XIX la cantidad de roscones que se degustaban para honrar al zaragozano y santo obispo era inferior a la que se amasaba para el 3 de febrero, día de San Blas; festividad en que los roscones –bendecidos en la iglesia–  se convierten en segura protección contra los problemas de garganta. Y por cierto, que en esto de la sanación de los males del frío, San Valero a San Blas a la zaga no le va, pues siempre al primero se le consideró abogado contra el reúma; así que, ¡ánimo al chocolate y al roscón! pues de buenos granos de cacao y trigo son.

Una costumbre, la del Valero roscón, que los emigrados aragoneses hicieron –hace siglos ya– muy popular por tierras de toda España; tanto que no había periódico americano ni español, desde “El Imparcial” hasta “El Sol”, que llegado el 29 de enero eco no se hiciera de que la colonia aragonesa de tal o cual ciudad, se disponía a celebrar la tradicional y típica fiesta de San Valero, invitando a socios y ajenos a comer el clásico roscón del santo, como ahora lo hace “El Periódico de Aragón”.

Y también tradicional y arraigada costumbre zaragozana fue la de enviar a los familiares de fuera cestas con pucheros de cuajo, confituras, miajas de mondongo y por supuesto, un roscón de San Valero; viandas todas ellas bien envueltas en abatanados refajos de lino para que llegaran con todo su rico sabor de Aragón.

Por eso tanta fama, mediado el siglo XIX, los roscones de Zaragoza en Madrid llegaron a tener, los cuales rozando el 29 de enero se anunciaban en las tahonas de la villa con la segura publicidad de que estaban fabricados en la misma forma y con el mismo gusto –a los quince días que el primero– que los zaragozanos. Eso sí, con aumento  en Madrid de dos cuartos en roscón del precio a que se vendían en Zaragoza, saliendo así los roscones en la villa y Corte  de Madrid a 14 reales la unidad.

¡Y cómo no habían de ir unidos los dulces chocolate y roscón a la fiesta! Que en Zaragoza era San Valero el día de la aparición del pre carnavalesco mascarón del higuí, con una cesta de higos en la mano, perseguido por la chiquillería, y acompañado de artísticas comparsas a cuyo son se ponía a bailar el alegre personal.

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