domingo, 14 de febrero de 2016

San Valentín, 2016: "Para el amor y la muerte, no hay cosa fuerte".

El Periódico de Aragón. Noticias de Zaragoza, Huesca y Teruel

   De mil amores   
El amor y la verdad son los valores supremos de la humanidad

Luis Negro Marco / Santiago de Compostela (texto)
Fernando Negro Marco / Puerto Rico (dibujos)

Fernando Negro Marco`16
Podríamos definir el amor –entre miles de posibles acepciones– como la inclinación hacia lo que nos parece bello o digno de cariño y atrae nuestro ánimo y voluntad. En la filosofía y mitología griega había dos tipos de amor: Eros o Amor propiamente dicho, e Himeros (el deseo). Y lo mismo ocurría en la antigua Roma, donde se distinguía el Amor, hijo de Júpiter y de Venus, y Cupido (representado como un niño desnudo y alado, con los ojos vendados, arco y carcaj, y a veces coronado de rosas), hijo de Marte y Venus, que ha llegado hasta nosotros como uno de los grandes iconos del amor. 

 Pero creer que la humanidad de hace 2.000 años tenía el mismo concepto de amor que la nuestra es una falacia. Fueron aquellas sociedades esclavistas y fuertemente jerarquizadas, en las que el amor no era sino la sensación inspiradora y creadora de las artes, el culto de lo bello en las formas, así como el ornamento de las sociedades. Por tanto, ajeno al amor moral, tal y como hoy en día lo entendemos, y exclusivo de artistas (para quienes el amor era como una especie de adoración hacia las bellas formas, un culto del bello ideal) y de las élites gobernantes. No obstante, el emperador romano Marco Aurelio (121-180 d. C.), ya distinguió en sus obras literarias entre el amor físico (“una débil convulsión”) y el amor místico: el que nos eleva y nos inclina a la cultura.

  Con el auge del cristianismo, a partir del siglo IV,  se consolidó la idea del amor como culto de la
"Amor de Dios" Fernando Negro Marco´2016
belleza moral, y ya en el siglo XIX, el escritor francés René de Chateaubriand (1768-1848) estableció la división entre el amor pagano (formal, o puramente físico, exento de sentimiento) y el amor cristiano (moral). También el ilustrado y enciclopedista Voltaire (1694-1778) abordó el tema del amor definiéndolo como “tela de la naturaleza, bordada por la imaginación de las personas”. Rousseau (1712-1778)  lo concibió como “un concierto del alma, del espíritu, del corazón y de los sentidos, que exalta hasta el delirio todas las facultades humanas”. El escritor alemán Goethe (1749-1832) lo representó en su obra, Werther, como un sentimiento alimentado de recuerdos, de ilusiones y de presentimientos; un amor romántico, apasionado y ardiente, como “la luz pálida de la luna, a los fecundantes rayos del sol”. Asimismo, la escritora suiza Madame de Staël (1766-1817) difundió la idea del amor metafísico, comparándolo a un ramo de rosas marchitadas que conservan aún su perfume.

 En nuestra cultura occidental el amor tiene muchas y distintas categorías y acepciones. En plural, alude casi siempre a la pasión (y así decimos, por ejemplo, que alguien sufre de «mal de amores»), y distinguimos entre amor materno y paterno, amor filial, amor fraterno, amor conyugal…  Amor es también la atracción sexual, así como la expresión del sentimiento entre amantes.

 La palabra «amor» es una de las que mayor fortaleza presentan en las lenguas de Europa, pues representa, junto con la verdad, el que es su valor más preciado. Y esto es así, al menos desde la segunda mitad del siglo XIX, gracias –fundamentalmente– a los escritores románticos. Por ello, desde entonces hasta ahora, son numerosos los dichos y refranes populares que tras siglos de uso, han llegado a nosotros prácticamente inmutables. Así, decimos «amor de agua» (la corriente que navega) con el sentido metafórico de contemporizar o dejar correr en demasía las cosas que deberían corregirse o reprobarse. Acercarse «al amor de la lumbre», es necesario para entrar en calor cuando se está tiritando de frío. Y «amor con amor se paga», es un popular  dicho con que se denota –irónicamente en su acepción negativa– la mutua correspondencia en cualquier asunto, ya sea favorable o contrario.

"Amor de Dios" -b- Fernando Negro Marco´2016
«Amor de asno, coz y bocado» se dedica a quienes muestran su cariño haciendo mal o incomodando. «Amor de niño, agua en cestillo»,  es el amor que dura poco, según de quién reciba el infante las carantoñas. «Amor de padres, que todo lo demás es aire», aserta que sólo el amor de los padres es el seguro. Y apelamos a la compasión  y a la caridad cristiana cuando pedimos «por amor de Dios», expresión que se usa para pedir con encarecimiento o excusarse con humildad.


 «Amor loco, yo por vos y vos por otro», define la frecuente desdicha del amor doblemente no correspondido. Y hablamos de «amor platónico» para quien lo siente puro, sin mezcla alguna de interés o sensualidad. El «amor propio» es el garante de la dignidad personal, ya que proporciona felicidad al espíritu.  Y hay  hombres  a quienes les cuadra bien el dicho de «amor trompero, cuantas veo tantas quiero», por la facilidad  que tienen de colgarse de todas las mujeres que ven. Hacemos algo «de mil amores» cuando lo hacemos con gusto, de buena gana, y de muy buena voluntad. Pero nos sentimos mal cuando se nos da «como por amor de Dios», porque se nos concede como gracia lo que se nos debe por justicia. «De los amores y las cañas, las entradas» es un dicho que alude a cómo el amor es más vehemente en los comienzos, así  como ocurría en las antiguas “fiestas de las cañas” (cuadrillas de jinetes que se arrojaban cañas, a modo de lanzas) en que era al principio cuando mayor ardor y gallardía demostraban los jinetes.  Y aunque siempre dulces, no son pocas las ocasiones en que «vanse los amores y quedan los dolores», dicho que da a entender que los amores irreflexivos son amargos y tristes ordinariamente, porque las pasiones vehementes pasan pronto y sus consecuencias son duraderas. Claro que «para el amor y la muerte, no hay cosa fuerte», refrán que pondera el poder definitivo e inescrutable del amor y la muerte. 

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